Rúbrica Amasiato sangriento

Rúbrica
Amasiato sangriento
Por Aurelio Contreras Moreno

La violencia en México ha sido el tema central de la agenda pública en las últimas
semanas muy a pesar del presidente Andrés Manuel López Obrador y de sus
voceros, oficiales y oficiosos, que quisieran que no se hablara de eso o que la
responsabilidad recayera únicamente en “el pasado”.
El asesinato de dos jesuitas en Chihuahua la semana pasada a manos de quien
ahora se sabe es un conocido y sanguinario delincuente en la región, cimbró al
régimen lopezobradorista ante la oleada de críticas hacia su estrategia de
seguridad, la que el presidente llama de “abrazos, no balazos”, y que en los
hechos ha significado una puerta abierta a los criminales para cometer todo tipo
de atrocidades ante la mirada –literalmente- de las fuerzas armadas, que han sido
maniatadas para actuar por órdenes superiores.
El crimen contra los sacerdotes provocó una airada protesta de la comunidad
jesuita –una de las más influyentes y preparadas dentro de la Iglesia Católica-,
que puso el “dedo en la llaga” de las omisiones del Estado que han llevado a esta
crisis de violencia desmedida.
“Hechos como estos no son aislados. La sierra tarahumara, como muchas otras
regiones del país, enfrenta condiciones de violencia y olvido que no han sido
revertidas. Todos los días hombres y mujeres son privados arbitrariamente de la
vida, como hoy fueron asesinados nuestros hermanos.
“Los jesuitas de México no callaremos ante la realidad que lacera a toda la
sociedad. Seguiremos presentes y trabajando por la misión de justicia,
reconciliación y paz, a través de nuestras obras pastorales, educativas y sociales.
“Al denunciar lo ocurrido hacemos notar también el dolor que vive nuestro pueblo
por la violencia imperante y nos solidarizamos con tantas personas que padecen
esta misma situación, sin que su sufrimiento suscite empatía y atención pública”,
sentenció la Compañía de Jesús en un posicionamiento que le puso los “pelos de
punta” a “ya saben quién”.
Tanto, que este lunes se lanzó en contra de los religiosos, algo inusitado en el
presidente, aunque en congruencia con la visceralidad que caracteriza sus
reacciones a cualquier crítica.
“Nuestros adversarios, con sus voceros y ‘achichincles’, tratan de confundir,
desinformar, manipular, diciendo ‘qué barbaridad, nunca había habido tanta
violencia en México como ahora’. Pues no es cierto. (…) Todo eso se les olvida,
incluso hasta a los religiosos, con todo respeto, que no siguen el ejemplo del papa
Francisco, porque están muy ‘apergollados’ por la oligarquía mexicana”,
generalizó, como suele hacer para desacreditar.
Pero el papa Francisco estuvo lejos de convalidar al gobierno mexicano. Por el
contrario, el pontífice –que también es jesuita- la semana pasada lamentó el
crimen en Chihuahua: “expreso mi dolor y consternación por el asesinato en

México, anteayer, de dos religiosos jesuitas y de un laico. ¡Cuántos asesinatos

en México! La violencia no resuelve los problemas, sino que solo aumenta los
sufrimientos innecesarios”, publicó a través de Twitter.
La maquinaria propagandística del gobierno –lo único que realmente le ha
funcionado al régimen- intentó torcer las palabras del pontífice argentino para
hacerlas ver como un aval a la estrategia de inacción gubernamental contra el
crimen organizado, cuya verdaderas causas son cada vez más evidentes.
En su edición de esta semana, el semanario Proceso publicó una entrevista con
quien refirió como un “alto mando de la Guardia Nacional”, que aseguró la
existencia de un presunto “acuerdo” entre jefes militares con el Cártel de Sinaloa.
“Hay tanta violencia porque la Secretaría de la Defensa la está permitiendo. Eso lo
sabemos dentro de la Guardia Nacional y es algo muy conocido entre narcos y
(otros) criminales. Esto no viene de Palacio Nacional, emana de los militares”,
sostiene el entrevistado por el semanario, que por obvias razones resguardó su
identidad.
Más allá de si se le otorga mucha o poca veracidad a una fuente anónima, lo cierto
es que la condescendencia del gobierno supuestamente izquierdista de López
Obrador con las fuerzas armadas es tan alarmante como obvia. A grado tal, que
reivindicó el papel de los militares en la llamada “Guerra Sucia” de la década de
los 70, durante la ceremonia de apertura de instalaciones y archivos militares a la
Comisión de la Verdad y Esclarecimiento Histórico por Hechos Ocurridos entre
1965 y 1990, entre gritos de protesta de los familiares de los desaparecidos por el
propio ejército mexicano en esa época.
Nada parece que vaya a cambiar en los tiempos por venir. López Obrador está
empecinado en mantener su “estrategia” mientras los militares se empoderan
–política y económicamente- y el crimen organizado se apodera por completo de
amplias franjas territoriales de México, donde no hay otra ley ni otro gobierno que
el suyo.
O como lo definió este lunes Porfirio Muñoz Ledo, en abierto rompimiento con el
régimen del que hasta hace muy poco formó parte y apoyó: “continúa el amasiato
entre autoridades y crimen organizado. Otorga estabilidad condicionada a los
gobernantes, pero genera RIOS DE SANGRE en la población”, publicó en Twitter.
Ni cómo contradecirlo.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras

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